jueves, 20 de marzo de 2008

La CONCACAF: incubadora del futbol

Los canadienses W. Johnson, T. Ricketts y K. Hall –flamantes jugadores del equipo canadiense de futbol y mundialmente citados– son hombres que Hugo Sánchez reconoció en unas fotografías desde México. En el reverso de éstas, el notable director técnico de otra potencia del balompié, México, les describió correspondientemente, como potente y vertiginoso, peligrosísimo así como caudaloso y guapito (sic). Entonces las plegó en octavos, las guardo en su bolsillo del pantalón, junto a unas monedas e hizo las maletas para emprender el viaje. Tomaría la ruta por los Estados Unidos hasta tramitar los tickets para la Nao de China, pero en el Home Depot Center explicaron los organizadores: basten finas instrumentaciones deportivas como EE.UU., Canadá o Guatemala. Además, ¡tanto es el rigor que se pondera en la CONCACAF!, justificó Sánchez. Así estaba él, en un campo estéril mientras dramatizaba su monólogo frente a 22 espantapájaros. Debéis cuidaros. Ustedes sois peligrosos, pero esos canadienses son mortales. No se diga de los guatemaltecos. Casi con seguridad, Sánchez intuía la inmortalidad mexicana, mientras la fanaticada hacía responsable de la descalificación de México a un niño invidente de Martinica que pinchaba con mondadientes un muñeco de Bob Esponja cuya figura parecía el área de la delegación Milpa Alta y a su tía, una haitiana minusválida procedente de Nigeria, autora del libro Vudú, santería y camdomblé aplicados al deporte.

Pero todo es clarísimo. Canadá (potencia del futbol) goleó a Guatemala (potencia del futbol). Que México (potencia del futbol) venciera por seis goles no parecía alcanzable por la naturaleza del rival, Haití (potencia de futbol).

Mientras se esclarece el tema metafísico y de brujería de la caída mexicana, lo cierto es que Esqueda, Landín o Villaluz han recibido honores por tan destacada participación en el torneo, y a pesar de los desfiguros para definir frente al marco de quien ha sido considerado como el sucesor de Zague o Luis Miguel Salvador: Santiago Fernández, México marcó cinco encomiables goles, pero sumar uno era un verdadero reto: la potencia haitiana, una tortuga agazapada tras su concha no lo permitió. ¡Es potencia!, ¿qué le vamos a hacer?

En Televisa, mientras tanto, las coplas filosóficas y comentarios trascendentes se multiplicaban. Es un partido subrrealista (sic), señalaron, a lo que luego se le acomodó: y abstracto, pero de todos modos a pies juntillas paladeaban la frasesita que reza la esperanza muere al último y que caracterizó el discurso en todo momento.

Pero no hay mayores alarmas. México, potencia de la CONCACAF, está donde se merece: no salir de casa y tomar vacaciones para perfeccionar sus habilidades desconocidas.

Lo que divierte, a pesar de la eliminación, es la metáfora del destino de Hugo Sánchez:

Promediaba el minuto 85. Un balón en retroceso del defensa al arco de Ochoa rodó como cabeza fresca guillotinada. El portero se movió con pericia y despejó lo que amenazaba ser un autogol muy malogrado.

Quede pensar que como mínimo la cabeza de Sánchez ya rueda, pero falta que reviente por el pie de la directiva.

¡Que regrese Bora!

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